domingo, 1 de junio de 2008

Mentes Perversas


I


Arnold tiene 45 años. Es jefe de la más famosa de las cadenas de locales nocturnos en Nueva York, York Times.
Es feliz, tiene una mujer pero no hijos.
Es rico y siente atracción por las chicas más jovencitas que él.

Son las 3 de la madrugada.
Se despierta en una suite del hotel Sea Side, cerca de Manhattan.
Intenta despejar su cabeza, busca sus gafas de astigmatismo a la mesita de madera maciza de su derecha.
Con un ligero gesto ciego, tira algo al suelo que provocó un ruido apagado en la caída. Deduce que por el sonido apagado que provocó, debe de haber tirado alguna taza o copa y , como no se ha roto, debe de haber una alfombra sobre el suelo.
Intenta encontrar la luz de una lámpara en la mesita.
A oscuras, nota un pequeño interruptor. Lo pulsa.
Ya no está a oscuras. Gira a su izquierda y ve a una figura femenina desnuda.
Las sábanas habrán resbalado cuando él intentaba encender la luz.
Era una chica de unos 18 años.

Arnold no lograba recordar su nombre. Tampoco le dio importancia.
Una noche más que disfrutaba de una jovencita.
¿ Dónde la conoció ?
Daba igual, sabe que lo pasó muy bien con ella.
A pesar de los 18 años, tenía el seno voluminoso.
La piel suave, que le permitía disfrutar , una vez más, de la inocencia de una niña.
Sus nalgas, al aire...
Arnold no pudo resistir la tentación, acercó sus gruesas manos hacia esas curvas perfectas.
La chica seguía en un sueño profundo, las ligeras ojeras de su rostro de universitaria indicaban que estaba cansada.

¿Su primera vez? ¿Habrá sido muy doloroso para ella? o quizá...
A unos centímetros de donde ella tenía apoyada la cabeza encontró una cinta. Era un color rojo eléctrico, luminoso, de seda muy resistente.

Era su cinta favorita. Siempre la llevaba encima para ocasiones especiales.
Ahora ya sabe por qué la chica tiene ese aspecto tan cansado.

Las delgadas muñecas de la niña tenían marcas de ataduras, donde salía un poco de sangre.
Arnold las vio. Acercó sus labios y lamió las muñecas cuidadosamente.
El contacto con su sangre una vez más le excitaba.
Esa sangre, con el sabor a metal y el color tan apasionante...
Se sentía como un vampiro.

Dejó con cuidado los brazos desnudos de la chica sobre la cama.
Decidió tomar algo y bajó de la cama sin producir ruido.
Había un bar en la suite.
No quería algo demasiado cargado, así que se sirvió un whisky en una copa de cristal que ,por el tacto, debe de ser cristal suizo.
Sentado en una cómoda butaca mirando hacia la habitación donde descansaba la chica, pudo ver una vez más ese cuerpo desnudo entre las sábanas...
Viendo los rosados pezones se volvían rígidos, pensó que ella pasaba frío.
Es hora de calentarla un poco.
Pero Arnold no la tapará con las sábanas.

Se levanta y se acerca a la chica.
Comienza a besarla en los labios, mordiéndolos.
Poco a poco va bajando.
Por el cuello.
Por los senos.
Por la cintura.
Hasta llegar a la zona más íntima de la chica.
Dejando un rastro de saliva por donde pasaba su lengua.

Mientras besaba ahí,
sus manos estaban atareadas acariciando los pezones.

La chica ya estaba húmeda.
Dejaba pequeños regocijos en sueños.
Que a Arnorld le gustaba.

La chica ya estaba llegando al límite,
él era demasiado bueno, tenía mucha práctica, sabe qué es lo que excita a una mujer.
Ella dejó un pequeño orgasmo. Y abrió sus ojos.
En ver a Arnold se asustó.
Dejó un grito, pero no de placer, sino de terror.
Intentó escapar.
Pero Arnold no estaba dispuesto a que ella le deje con las ganas.
La agarró con fuerza por los brazos.
Preferiría no usar el mismo método, pero su mente no era suficientemente amable.
La ató otra vez en la cama.
Ella gritaba, le rogaba que la dejase ir.
Soltaba lágrimas. Pero a Arnold aún le excitaba más .

Metió su órgano bruscamente...
Ella seguía gritando.
Empezó a sangrar.
Lloraba de dolor.
Él siguió el trabajo.
A dentro y a fuera.
Cada vez más rápido.
Hasta llegar al clímax.
Empezó a soltar su semen dentro.
Ésa era la parte favorita de Arnold.

En terminar, sonrió con satisfacción a la chica.
Pero ella no pudo ver esa expresión que seguramente le habría horrorizado porque estaba inconsciente.

Dejando la cama, Arnold se viste con su traje de cashmir. Se pone bien la corbata.
Antes de abandonar esa suite, mira por última vez la cama.
Aún estaba ella ahí agotada.
Con un gran sentimiento de felicidad, se gira y abre la puerta.


Él es feliz. Nunca olvidará esa noche, como cualquier otra.
Ella tampoco olvidará esa noche.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un poco duro pero muy bien redactado. Sumerge al lector con facilidad en el relato. Enhorabuena!! Un beso,

Chus

Anónimo dijo...

Un poco duro pero muy bien redactado. Sumerge al lector con facilidad en el relato. Enhorabuena!! Un beso,

Chus

Francesca dijo...

Hi Awa,
I've been looking at your stories and poems...you're a very good writer...have you thought about some in English??

This story is strong,and a little disturbing...I can only hope it's fiction...
Keep writing,chica- it's a wonderful gift!
Francesca x