domingo, 17 de octubre de 2010

Almas eternas

La eternidad existe. Está en el Mundo de las Ideas, en el Mundo Inteligible, en el Mundo de las Formas... Según Platón.

En ese mundo se encontraba un ser llamado Demiurgo ( el que hace ), fascinado por las Ideas de aquél mundo inteligible, intentó hacer copias de lo más exacto posible. Usando una materia caótica, moldeó el mundo en el que los seres humanos estamos condenados a vivir: el Mundo Sensible. De hecho, nosotros también somos una apariencia, somos falsos, pues Demiurgo también nos hizo a nosotros.

El Mundo de las Ideas es eterno, inteligible, universal... Sólo podemos acceder a través del razonamiento, nunca físicamente. Sin embargo, hay una parte de nosotros que no desaparece si morimos: algo llamado Alma.

El alma ya estuvo en el Mundo de las Ideas, ya lo contempló todo: todas las Ideas, la verdad... Pero fue castigado por Demiurgo a salir del Mundo Inteligible y entrar en el Mundo Sensible, a través de la colisión del alma con un cuerpo humano y físico. El impacto fue tan fuerte que el alma olvidó todo lo que observó en el Mundo de las Ideas.

De esta forma, las personas cuando "aprendemos" solamente estamos "recordando" lo que olvidamos una vez.

Si esto fuera cierto, ¿ puede ser que ya estuviéramos juntos en otras vidas ?

Nuestras almas provienen del Mundo de las Ideas. Ambas fueron castigadas a unirse a un cuerpo físico y a vivir en el mundo real. Ahora están juntas.

Aristófanes, en "El Banquete" de Platón, introduce un mito según el cual hubo un tiempo en que la tierra estaba habitada por personas esféricas con dos caras, cuatro piernas y cuatro brazos. Tres sexos existían entonces: el masculino, descendiente del sol, el femenino, descendiente de la tierra y el andrógino, descendiente de la luna, que participaba en ambos.
La arrogancia de estos seres provocó la ira de Zeus que para someterlos los dividió con su rayo, convirtiéndolos en seres incompletos y condenándolos a anhelar siempre la unión con su mitad perdida.

Una vez fuimos un solo ser andrógino. A pesar de ser dos cuerpos, formamos uno. A pesar de que nos separaron una vez, nos volvimos a encontrar. Morimos. Nos volvimos a encontrar.
No recuerdo cómo eras, ¿ has cambiado de cuerpo varias veces ? Seguro que tampoco recuerdas como era, yo también habré cambiado de cuerpo varias veces.

Quizás todo lo que siento por ti, como si fueran sentimientos nuevos en esta vida, han sido recuerdos otra vez recuperados. Porque nosotros ya nos conocíamos. Nosotros ya estuvimos juntos. Nosotros seguiremos juntos.

Nuestras almas son eternas. Nuestro amor también.

No importa si no me reconoces en la próxima vida. Nos amaremos cuando nos encontremos, sin saber por qué. Sin saber que mi alma solo encaja con la tuya y que la tuya encaja solamente con la mía.
No importa... Acabaremos reuniéndonos una y otra vez.

Nuestras almas son eternas. Nuestro amor también.


Haohua Sun, para ti, solo para ti.

domingo, 3 de octubre de 2010

Miedo de morir

Me planto ante el espejo del baño y deslizo el peine por mi pelo. Me miro. Cierro los ojos. Recuerdo aquella tarde que viniste a mi casa y que nos duchamos juntos. Jugueteamos con el agua y nos enjabonamos con aquél gel de leche. Recuerdo como acariciabas mi piel empapada y me besabas el cuello. Aquellos labios tan rojos y tiernos que parecían arrebatar mi alma con cada pequeño roce. Cada abrazo. Cada vez que rodeabas mi cuerpo desnudo con tus brazos mientras el agua tibia seguía cayendo sin cesar. No decíamos nada. Yo me limitaba a oír el agua y a sentirte. A dejarme amar.

Me planto delante del espejo. Las gotas de agua siguen resbalando por mi pelo y por mi piel. Tú estás detrás mío, rodeándome el pecho con tus brazos. Susurrándome que era preciosa, perfecta. Sigo mirándome a mí misma. Alargo la mano y toco tu pelo cobrizo aún húmedo. Me giro hacia ti y te abrazo. Junto mi frágil cuerpo con el tuyo, con toda mi fuerza. Para que no escaparas, para que siempre estés conmigo. Para que todos tus besos, tus abrazos, tus caricias... Sean sólo míos. Entonces me prometiste que siempre estaríamos juntos, pasara lo que pasara. Mis lágrimas se mezclaban con las gotitas de agua que seguían deslizándose por mi piel. Me besabas en los ojos y calmabas mi llanto. Sin poder evitarlo te decía que te quería, una y otra vez, hasta una milésima de veces. Me sonreías y volvías a decirme que siempre estaríamos juntos. Siempre.

Sentía el suave tacto de las sábanas y el calor de tu cuerpo junto al mío. Me encantaba verte dormir y acariciarte mientras averiguaba con qué soñabas. Te daba besos en la frente, en la nariz, en las mejillas, en la barbilla, en las orejas, en el cuello, en el pecho, en las manos, en el ombligo... Lo adoraba todo de ti. Mientras acariciaba tu cara caí en un profundo sueño. Soñé en montones de notas que bailaban en un pentagrama. Aquel pentagrama salía de tu guitarra y me envolvía con una dulce melodía.

Unos fríos dedos acarician mis labios, mis mejillas. Un cálido beso en la frente.
Me desperté. Ya no estabas a mi lado.

Abro los ojos. Vuelvo a llorar. Vuelvo a echarte de menos. El espejo se convirtió en una película que se reproducía cada vez que lo miraba. Ya no estás. Miro a mi alrededor. Todo está como lo estuvo aquel día. Corro a mi habitación, vacía. Las mismas sábanas. Me desnudo y me fundo entre las sábanas. Intento ahogarme con mis lágrimas pero no puedo. No estás tú. Todo se apaga. Nada tiene sentido. Sólo el tiempo que pasa. Todas las noches igual. El mismo anhelo cada día. El dolor que permanece en mi cuerpo muerto. Ésta es mi muerte. Morí el día que perdí lo que más amaba en el universo. Morí el día que todo se derrumbó.

Morí cuando te perdí.